Los acontecimientos de las últimas semanas relativos al desafuero de López Obrador parecen haber trastocado no sólo el clima polÃtico, sino también el clima moral de la ciudad de la esperanza. Mientras el jefe de gobierno convoca a diversas muestras de resistencia civil, las opiniones se dividen, y dentro del embrollo que se nos presenta como el “panorama polÃtico que hayâ€?, existen algunas cosas que se pueden sacar en claro en momentos en que pareciera que la situación adquiere múltiples matices que impiden ver el color real de la situación.
Una de ellas, la más evidente quizás, serÃa el impacto mediático que ha tenido el proceso anunciado del desafuero de López Obrador. Como si se tratase de un reality show lanzado al aire para abotargar todavÃa más los saturados sentidos de la audiencia –de por sà rebasados por otro gran acontecimiento que fue cubierto a gran escala por los medios de comunicación de muchos paÃses, la muerte del papa-, el público ha podido seguir de cerca este proceso en el que, para pesar de muchos, AMLO ha resultado un brillante protagonista que ha sabido capitalizar toda la atención brindada y la desatinada publicidad que le han otorgado sus opositores (y si no sÃrvanse leer el último artÃculo publicado por Carlos Fuentes al respecto). La nominación de AMLO se inserta, pues, en un momento en el que la movilización de los medios de comunicación movilizan además las opiniones polÃticas.
Otra situación que salta a la vista dentro de una madeja que pareciera enredarse cada vez más y más, y sobre la que muchos opinan pero pocos sabrÃan decir a ciencia cierta por qué se pidió el desafuero del Jefe de Gobierno en primer lugar, serÃa el debilitamiento de la democracia y el indiscutible papel que en esta triste contienda se han adjudicado los representantes tanto del PRI como del PAN. Dichos representantes podrán exhibir distintas razones –algunas indiscutiblemente válidas, como el respeto a una legalidad que ciertamente muy pocos respetan, incluidos ellos mismos- para haber solicitado el desafuero de AMLO, pero muy difÃcilmente podrán quitarse de encima las sospechas de que todo esto se ha tratado, finalmente, de querer quitar a un candidato fuertemente presidenciable del camino.
Acciones como las que han tenido lugar durante las últimas semanas indican un debilitamiento de esa democracia endeble a la que los mexicanos ni siquiera hemos tenido tiempo de acostumbrarnos. Tanto el nominado como quienes lo nominaron, todos los participantes de esta contienda con claros tintes polÃticos –y el que crea que se trata solamente de un proceso judicial, que reflexione en el contexto!- se escudan tras la parte que se les antoja como más defendible dentro del proceso de la democracia.
Para terminar se me ocurre lanzar algunas interrogantes sobre las que llevo ya un buen tiempo cuestionándome: Si los miembros del poder legislativo son representantes de la voluntad polÃtica de quienes los eligieron, ¿porqué su voto no refleja el sentir de los electores? O, si la mayorÃa de los habitantes del DF eligieron a AMLO como su legÃtimo representante, ¿ello le da derecho de “saltarseâ€? la legalidad, aunque sea “tantitoâ€??
Y por último: AMLO se preguntaba porqué la muerte del papa distrajo los reflectores del acontecer nacional en el que él representaba en el escenario el que ha sido quizás su mejor papel. Al respecto queda decir: el público del big brother es ahora toda visión, todo oÃdos.
Bienvenida Caro!!!
cuñadita a mi me agrado tu comentario, me da gusto que hayas ingresado a un sitio tan intersante como este
saludos..
y tu hermana dice =mmm=