Sus padres planeaban llamarle Helena pero por un conciente temor a desatar alguna guerra futura por su culpa, desistieron. Lamentablemente no tenÃan la historia del mundo helénico antiguo muy fresca por lo que la llamaron Medea – otra raptada. A Medea – o «Médis» como la llamaron sus compañeros en la primaria para tratar inútilmente de suavizar el brillo iracundo de sus ojos antes de ponerse a llorar – no le importó nunca la historia de la Antigüedad, ese largo perÃodo que termina cuando ella nace. Y menos aún le importaba al saber que en ese entonces no habÃa X-box, ni CDs o DVDs, ni internet, ni CSI Miami: realmente era la prehistoria.
No es que Medea no quisiera a sus padres. Realmente le conmovió el mensaje del Papa difunto y de los Fox sobre «la Familia», pero en el fondo los compadecÃa. SabÃa que su madre Anacleta – ClÃo para sus amigas – era ya historia: «Â¡No sabe ni enviar un e-mail!» El Pasado era un vago recuerdo de sus clases más aburridas, es decir todas excepto Deporte, donde hacÃa gala de una fuerza temida por todos.
Fue en el último año de secundaria que Medea – o «Medecita linda» como le llamaban desperanzados los niños, más bajitos que ella, antes de sucumbir a sus golpes – conoció a su primer amor que terminó por domarla por completo: la mota. A partir de entonces, Medea se transfiguró, reordenó y reconfiguró en un centenar de individualidades, unas más delirantes que otras; unas somnolientas, otras paranoicas, unas mudas, otras parlanchinas o histéricamente risueñas. Se le veÃa borrosa, sentada en el salón de clases de la infinidad de escuelas alrededor del parque Luis Cabrera, de tal suerte que nunca se supo con claridad a cual realmente asistÃa. PodrÃa estar trabajando en un café o bistrot en la Condesa, podrÃa estar deambulando por Alvaro Obregón, viendo gente ejercitarse en la vitrina del Roma Gym; podrÃa estar flotando sobre Amsterdam o soñando cómo caen o crecen las hojas en el parque España.
El hecho es que Medea desapareció. Asà como se desvanecieron las guerras, los cuestionamientos, los triunfos, la astucia y las deducciones. Y sus padres, ClÃo y Cronos, no son más que una vieja foto estropeada entre un montón de basura acumulada en la noche…
(© Moscaman 2005)
Me conmueve la transfiguración de tu texto. El juego irónico con el tiempo y las alusiones giran transitoriamente en mi memoria. Una memoria mixturizada…