Roma Norte 10.30am
En el árbol de la evolución habÃan tres changuitos aferrados a una rama: el changuito miedoso, el changuito amoroso y el changuito agresivo. Al changuito miedoso ni quien lo pelara porque simplemente deseaba ser invisible y asà evitar confrontaciones; el changuito amoroso resolvÃa los conflictos con la fuerza del amor, pero no el amor cursi, ñoño, asexualizado de los changos ñoños del siglo XIX que hasta hoy perdura sino el amor a pelo y a contra pelo, el amor sudoroso y apretón, el amor que raspa y da empujones, el que hace jadear, gemir y gritar. El changuito agresivo sabÃa siempre que la única forma de conseguir lo que querÃa era usando la fuerza para robar, matar, usurpar, entrampar y anteponerse a los demás por el miedo. Mientras el changuito agresivo destruÃa, quemaba, pillaba, masacraba y esclavizaba, el changuito amoroso continuaba amando, protegiendo, cogiendo, deleitandose de lo bello natural o artificial y construyendo maravillas; pero lleguó el momento en que el changuito agresivo sabÃa que todos sus movimientos hacÃa un lado eran contrapuestos por los del changuito amoroso hacia el otro: decidió que ya era hora de ponerle fin y en un arrebato de locura, sentenció la existencia misma del changuito amoroso al olvido: lo censuró de todos los libros, de las escuelas, de los centros de saber y de la memoria colectiva. ¡Llegó hasta tal punto la ceguera al respecto de la existencia misma del changuito amoroso que ya nadie podÃa reconocerlos ni aunque los vieran!
Entonces el changuito agresivo comenzó a desarrollar toda una serie de teorÃas sobre cómo los changuitos de hoy descienden del Gran Chango Ancestral, el más agresivo de todos. Lo peor es que los changos miedosos, que son siempre la mayorÃa, se van siempre por las ramas y apoyan a quien se golpee el pecho más fuerte y haga más ruido con las hojas . Pero el changuito agresivo sólo piensa en sà mismo, no le importa si los demás están cómodos, bien comidos y satisfechos sexualmente. Al chango agresivo sólo le importa su propio beneficio y luchará por conseguir siempre el mejor trato sea o no injusto para los demás. Y como ya nadie se acuerda de lo que representaba el chango amoroso –incluso después de malcoger-, los changos miedosos ahora amnésicos sólo veÃan al chango agresivo como única vÃa para continuar su existencia, asà tengan que trabajar duro por apenas unos cuantos cacahuates, asà tengan la prueba contraria de lo que se les dijo, asà tengan que dejar de comer bien o dormir en las ramas más apestosas y espinosas de la cada vez más reducida jungla.
En la mesa del restaurante del Sanborns sobre Salamanca se sentaba la madre, quien ululaba mucho y fuerte sobre su partido favorito, las bondades de la Fe y los vicios de la humanidad; el padre osaba contradecirle de vez en cuando aunque fuera para decirle que no exageresmivida y miraba en silencio su naranjada con agua mineral imaginándose un paisaje delicioso rodeado de desnudez y cópulas espontáneas; los hijos de veintitantos en cambio, lanzando vistazos a diestra y siniestra, preferirÃan que la tierra se los tragara en ese instante…
En efecto, hay todavÃa mucha gente que a elegido el dolor casi sin darse cuenta y sin ver también que hay mejores formas de convivir. Afortunadamente, hay quienes buscan con el arte (por ejemplo) otras formas de relacionarse; incluso en movimientos altermndistas, le gente busca crear opciones distintas, salvar las diferencias raciales, sexuales, de género, de nacionalidad, etc.
Buen relato, además de didáctico es muy ameno y certero.
¡IncreÃble!
Demasiado realista como para considerarlo cuento, mas bien es una completa Parábola.
Saludos.
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